martes, 26 de agosto de 2014

Observar la mente es comprender el mundo.

Observar la mente es comprender el mundo, integrarse plenamente en la vida. Puesto que en ella permanece toda huella que transcurrir de la existencia deposita. 
Pero para comprender el mundo, y vivir en plenitud, es imprescindible ser un observador, un espectador de cine, que contempla serenamente, los pensamientos, imágenes y emociones que fluyen, sin catalogarlos en juicios de valor.
Contemplar la vida, mediante la observación de nuestra mente, es lo que nos permite integrarnos en ella, puesto que nada es rechazado, y además vivimos relajados, ya que el comprender el mundo implica que sabemos las razones de lo que vivimos, el sentido de que experiencia. Y así no buscamos adaptar el mundo a un esquema mental, con lo que implica en desgaste psíquico y energético que supone, sino que nos embarcamos en vivir experiencias, que es lo que nos permite vivir, no hechos, ni problemas, ni ninguna otra conceptualización de la vida, sólo experiencia, porque la vida se experimenta, de este modo se disfruta plenamente.
Observando y experimentando la existencia, dejamos de lado una actitud belicosa, de permanente enfrentamiento, que nos define, confundiendo la identidad con la interpretación de los hechos experimentados, y así forzándonos a alimentar permanentemente una definición de nos, como es la identidad personal, generando una continua actitud de alerta, que desvía la atención del goce de vivir, para centrarse en los peligros de destruir la identidad. Negando, inconscientemente, el fluir y permanente cambio que persiste en la vida.
Cambio que es mostrado ante la mirada que observa, y la conciencia que despierta, indentificándose con la vida, y no con meras interpretaciones de quién soy, factor irrelevante para vivir, para sentir en su plenitud la vida, de la cual formo parte, y donde existe todo lo necesario para existir.
Todo esto se llega mediante la observación de nuestra mente, el reducto que contiene la comprensión del mundo, y esa observación es el pilar fundamental de la meditación.

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